domingo, 4 de noviembre de 2012

EL MUNDO MÁGICO DE "LOGOS77"



“Algunos han venido a quejarse muy ofendidos y con toda clase de insultos por haber puesto este post. Piensan que celebrar Halloween no tiene nada que ver con esta tragédía y otras, pero el hecho que la fiesta se titulara Halloween tiene mucho que ver con esto.”

En primer lugar nada sabemos de esas quejas porque tu cobardía a quedar en evidencia te impide publicarlas.

Queda claro, Logos77, de que tu enfermiza, dogmática y excluyente mente es incapaz de comprender, y reconocer, que el afirmar  que “Satanás” se ha cobrado tres vidas en un festejo, llámese como se llame, sí es un lamentable insulto hacia las víctimas y sus familiares. Y no sólo hacia esas personas sino hacia todos/as aquellos/as que sólo pueden apreciar lo que realmente ha sido: Una serie de circunstancias lamentables (aglomeración, la insaciable sed de dinero de promotores e instituciones públicas y la actuación gamberra de los tarados de turno) con resultado de muertes, como siempre, siempre, ha sucedido en situaciones parecidas desde que el mundo es mundo.

Pero, resulta, que tú eres una obsesa, una persona que vive en un mundo mágico, dominado por seres invisibles que, para bien o para mal, influyen en el devenir de los asuntos humano, y atribuirás a tu dios, o a tu diablo, según el antojo de tus interesadas y podridas creencias, la autoría de los acontecimientos luctuosos que puedan suceder.

La idiota pretensión de revestirte de autoridad para determinar, sin asomo de duda, de que porque la fiesta se llame Halloween (identificación: diablo), Navidad (identificación: dios), etc., ya lleva implícita la intervención directa de tales o cuales seres malignos o benéficos en sus participantes, demuestra  tu entreguismo intelectual a creencias que sólo deberían  formar parte de tu personal universo, sin tener que caer en el ridículo (como mal menor) de aleccionar a los demás de que tus opiniones al respecto son las únicas que tienen validez, como si tu mismísimo dios te las soplara a la oreja. Y eso es lo que se te critica, Logos77: La necesidad que tienes de hacer públicas, y extensivas de cumplimiento como norma sagrada a los demás, la fantasmagoría de tus propias irracionales obsesiones.

“De todos es conocido que la noche de dicha celebración es la noche de los muertos, y la noche sagrada de los satanistas. El que inocentemente los jovenes se involucren en celebrarla no quiere decir que ellos son culpables, sino que han caido en una trampa que puede tener serias consecuencias. El que ama a la gente advierte del peligro.”

Quien ama a la gente lo primero quehace es no asustarla con historias para no dormir. Lo demás: “noche de los muertos”, “noche sagrada de los satanistas”, etc., es sólo palabrería simbólica, como tantas que pertenecen al acervo cultural  humano, que ni quita ni pone ninguna sobre-intención de acontecimientos ciertos sobrenaturales como tu obsesa y mágica mente pretende. Lo mismo da que tan desgraciados sucesos se den en una pretendida reunión de satanistas como en un coro de angelicales niños cantando el Aleluya de Hendel. Los accidentes que unos y otros pudieran sufrir como consecuencia de fallos humanos, desastres naturales o estructurales, son consecuencia de una serie de circunstancias que nada tienen que ver con intervenciones maléficas o benéficas.

Pero ese razonamiento simple y lógico no cabe en tu descontrolada y fantástica mente, Logos77. Tu cerebro quedó descompensado desde el momento en que el componente irreal y simbólico le gano la partida al sentido común y a la razón. Cambiaste tu yo pensante, tu capacidad de someter a dudas las presuntas “verdades” que nos llegan por todas partes, el discernimiento racional en suma, por el entreguismo acomodaticio y temeroso del dogma preconcebido, programado y listo para consumir. Se acabaron las dudas y las preguntas de las que supuestamente andabas errante, te pusieron la jáquima con los anteojos para no ver otra realidad circundante, te ataron a la noria de exclusivas creencias y desde entonces das las mismas vueltas sobre el presuntamente seguro mismo camino. Ya no hay nada que temer. La piedra de molino que representa tu dios te da la sobrenatural certeza de que no existen otras alternativas. Porque, además, si por casualidad intentas subir una de las anteojeras que te has impuesto para saber si hay algo más, te has concienciado de tal manera que te auto-reprimes para que ese mismo retorcido dios que creaste en tu cabeza te arree un latigazo de sumisa conciencia que te haga volver al surco del que eres incapaz de salir, ya que has renunciado al resto de los también legítimos caminos.

“Otros han dicho que también hay muertos en Navidades y otra fechas. Esto es cierto, pero la mayoría de las veces es debido a borracheras o accidentes causados por borracheras. Como la Biblia advierte del peligro y pecado de las borracheras, no podemos culpar a celebrar las Navidades y lo que se supone que representa, con lo que esa fecha ha llegado a ser. Hoy día las Navidades en general no tienen nada que ver con el nacimiento de Jesús sino con el deseo de hacer fiestas y todo lo que ello conlleva.”

Otros han dicho, con la razón que da la experiencia cotidiana (que parece ser que tú no tienes), que muertos hay los 365 días del año en todo el mundo por miles de causas diferentes, al margen de cómo esa causa se llame y se quiera interpretar. Pero como tú eres así de integrista y religiosamente retorcida, y pones como excusa los argumentos y consideraciones más bobas y simples para intentar explicarlo, y en esa contestación de candorosa necedad que das, donde no dices ni justificas nada que no sean tus enquistadas obsesiones, aflora tu propia impotencia para justificar, con variopintas intervenciones sobrenaturales, lo que suele ser trágicamente cotidiano.

Y, efectivamente, esa Navidad que tú celebrarás el 25 de Diciembre próximo es una de las grandes mentiras del cristianismo. Como sabes, aunque en este caso no te importe, era la celebración pagana del solsticio de invierno, que la iglesia se apropió y recicló en el día del nacimiento de Cristo, como tantas otras celebraciones religiosas que son postizos de las paganas.

“Debido a que esta noche conlleva mucho peligro y que todos los años mueren varias personas alrededor del mundo, además de intentos de hacer daño a los niños que participan en ella, creo que es conveniente advertir de los peligros de participar en ella.”

Esta noche, como cualquier otra en la que se celebre un evento público y masivo, contiene el mismo peligro. Pero no porque “las fuerzas del mal se hayan desatado”, que es lo que tu delirante imaginación hecho dogma cree, sino por la negligencia privada e institucional de crear las más elementales normas de seguridad para prever e impedir que los accidente sucedan.

“En Estados Unidos, la mayoría de los padrés tienen temor de dejar ir a sus hijos solos a participar en esto y no les permiten a los niños que se coman los caramelos que les dan cuando van de puerta en puerta pidendolos, sin antes revisarlos bien. Han habido casos de caramelos contaminados con veneno, o donde se han entroducido agujas, fileres, cuchillas de afeitar, etc. Claro que no es común que esto suceda, pero ha sucedido suficientes veces.”

Más de lo mismo, Logos77, con el añadido efectista de los que regalan caramelos envenenados, o mezclados con agujas, alfileres y cuchillas de afeitar. Al margen de los casos reales que se hayan dado ha quedado ya como estremecedora leyenda urbana.

Hijos de mala madre, que intentan hacer daño a niños, y no tan niños, los hay en la noche de Halloween y en todas las celebraciones sociales del mundo, tanto si es de noche como a plena luz del sol. La mayoría de los padres tenemos temor hasta de mandar a los hijos mayores a por el pan, cuanto más si son pequeños y expuestos a la locura de cualquier desgraciado.

“De hecho muchos padres no permiten a sus hijos ir a pedir golosinas a las casas desconocidas, y los llevan a los centros comerciales donde hay seguridad.
Por todo esto es que los que de verdad quieren a los niños y jóvenes ponen medios para protegerlos y les advierten del peligro.”

Efectivamente: del peligro de que tengan cuidado y extremen las precauciones en su deambular callejero, esa noche y cualquier noche. Normal. Porque lo que si encuentro raro, aunque no en ti, desde luego, es que los padres les digan a sus hijos: “Tened cuidado con el demonio porque esta noche anda suelto y tratará de mataros para llevaros al infierno, como ha pasado en Madrid donde Satanás se ha cobrado tres vidas”.

Eso sí que es reprobable porque es un atentado contra la estabilidad psíquica y emocional de cualquiera que lo oiga, y más si no está emocionalmente formado. Aparte de ser un insulto a la inteligencia.

“Saludos y bendiciones”

Se acepta el saludo, las bendiciones son una incongruencia puesta en tu poca caritativa boca.

LOS MACABROS DESEOS DE "LOGOS77"



On +00002012-11-03T23:37:38+00:0030000000bSat, 03 Nov 2012 23:37:38 +0000UTC 23, 2008 at 11:59 pm11 Alfonso said:
Tu comentario está pendiente de moderación.
Es insultante y asqueroso que atribuyas a tu fantasma mete-miedos favorito “Satanás” la muerte de las tres chicas en la fiesta de Halloween en Madrid.
Cuando leo estas cosas, siento un enorme asco y repulsión contra las personas y las pretendidas ideas de amor y caridad que dicen practicar. Proyectar ese deseo a través de afirmaciones de este tipo es de mentes enfermizas, idiotizadas por absurdos prejuicios, donde no cabe, por mucho que manifiesten lo contrario, respeto, caridad, comprensión y tolerancia alguna.
¿Qué das a entender? ¿Que estas pobres víctimas de un infortunado accidente, han sido elegidas por tu dios del mal favorito, que ha provocado su aplastamiento y ahora están ardiendo para siempre en tu aberrante infierno?. Logos77, como de verdad exista tu dios y éste tenga dos dedos de frente más que tú la que va a tragar azufre por toda la eternidad, por infame, retorcida y mala persona vas a ser precisamente tú. Si yo fuera familiar directo de las víctimas ten por seguro que trataría de localizarte para que repitieras delante de mí las asquerosas y desagradables majaderías que se te ocurren. Si eso es ser cristiana evangélica métete tu religión por donde mejor te quepa. ¡ENFERMA!
Desde el punto de vista ideológico eres una asquerosa oportunista que, movida y dominada por la mala sombra de ese incontrolable rincón oscuro de tu cerebro, donde se mezclan tus miedos, prejuicios y deseos inconfesables, reconvertidos en una supuesta e hipócrita militancia cristiana de puertas para afuera, tratas de justificarte a ti misma ante ese personalizado y proyectado dios que has creado, fruto de tus miserias y frustraciones, y buscas miserablemente esa compensación anímica por el deseo del mal eterno a toda la humanidad que no piense como tú. ¿Pero de que vas, Logos77?
Sé que no vas a publicar esta intervención, pero no me importa, ya me encargo yo de difundirla. Con seguridad, existen muchos cristianos que, al margen de la confesión que profesen, les habrá rechinado mucho tus afirmaciones-deseos, impropias de quien dice ser heredera del incondicional amor de su maestro.
Tú sigue retorciendo tu mente con tu biblia y las personales interpretaciones que haces, tú o la secta a la que perteneces. Sigue convirtiéndote en una idiota literal, te lo mereces, es tu deseo, pero no trates de trasladar la misma estulticia mental a quienes, por lo menos, son más honestos que tú en sus apreciaciones.

Al margen de que el presente comentario sea o no publicado por esta obsesa (Logos77) en su delirante blog, lo he reproducido como entrada en mi nuevo blog: http://aghomp.blogspot.com.es/ ya que no encuentro el escritorio del anterior: http://duchadesermones.blogspot.com.es/

Cuando me enteré de lo sucedido, al día siguiente, no pude reprimir el pensamiento de que la inefable evangélica (antigua católica) “Logos77”, iba a aprovechar la desgracia de las muertes en el fatal accidente, para arrimar el ascua a la sardina de su ideologismo religioso fanatizado en la que su pobre mente se ve abocada. Y no me equivoqué: en cuanto accedí a su blog allí estaba su penosa e insultante declaración: 

Halloween: Satanás se ha cobrado por lo menos tres victimas en Madrid


Poco más tengo que añadir porque lo que opino de ella y de su pretendida fe cristiana ya lo he expresado infinidad de veces, y aunque de nauseas muchas de sus afirmaciones, basadas en su cerrilidad fundamentalista religiosa, nunca dejaré de denunciar los peligros ideológicos que la misma contiene. Quien afirma que Satanás se ha cobrado víctimas inocentes en una fiesta (del tipo que sea), tampoco tendría empacho alguno en condenar a la hoguera, si pudieran, a quienes difiriesen de su encorsetado y aberrante pensamiento religioso. Exactamente igual que hicieron los gerifaltes católicos hasta hace relativamente bien poco, por mucho que ella pretenda, ahora, distanciarse y criticar.

Si para ser cristiano hay que pasar por anular el sentido común y crítico, como derecho fundamental del ser humano, y entregarse a la irracionalidad de la aceptación incondicional de interpretaciones literales aberrantes, de las leyendas de unos libros escritos hace miles de años, refritos de otras narraciones imaginarias anteriores, pues qué quieren que les diga: Prefiero la responsabilidad de la aceptación de mi “ignorancia” sobre los supuestos deseos divinos, a la “certeza” de quienes no cuestionan absolutamente nada de lo que otros también afirman como voluntad de esa divinidad, por absurda y contraria a la razón que sean.

sábado, 3 de noviembre de 2012

Los habitantes de 13, Rue del Percebe


13, Rue del Percebe era una macroviñeta que ocupaba normalmente la contraportada del "tebeo" Tio Vivo. Nació en 1961.

Su dibujante y guionista es el gran Francisco Ibáñez, prolífico autor de tantos y divertidos personajes.

Esta macroviñeta, dividida en compartimentos que correspondían a los distintos pisos del edificio, formaban otras tantas viñetas, no secuenciales, donde contaba las historias divertidas y disparatadas de sus inquilinos.

En la azotea vivía un moroso, continuamente acosado por sus acreedores, que iba inventando ingeniosas maneras de evitarlos, ocurriendo que la mayoría de las veces le funcionaban las evasivas artimañas. Según parece Ibáñez se inspiró en un personaje de verdad, en el también genial dibujante Vázquez, famoso en su entorno editorial por los "sablazos" que propinaba y la renuente dificultad de sus acreedores en intentar recuperar lo prestado, así como el ingenio que tuvo que derrochar para evitar su acoso. También había un ratón hijoputa, cruelmente ocurrente, que no dejaba en paz a un pobre gato negro, creando los más disparatados sistemas y artilugios para torturarlo.

En el tercer piso encontramos a un patoso ladrón que no parece poder dejar de robar cosas inútiles, y a su fastidiada mujer, que se desespera de lo memo e inútil que es su marido para eso de apropiarse con provecho de los bienes ajenos. Mientras que el apartamento contiguo lo ocupaban una mujer y sus innumerables hijos pequeños, hiperactivos e incorregiblemente traviesos, que en las primeras entregas tenían una hermana mayor que luego desapareció. Supongo que se iría, harta de tanta marabunta infantil.

En el segundo piso habitaba una anciana que, eterna amante de los animales, no deja de cambiar obsesivamente de mascota, normalmente perros, pero ha llegado a tener incluso una ballena. Ni qué decir de los variados problemas que la mezcolanza de tan extrañas mascotas le ocasionaban. En la puerta de al lado, trabajaba infatigablemente un profesor loco, especializado en crear monstruos, inspirado en Víctor Frankenstein. Debido a la ridícula censura franquista de la época el personaje tuvo que ser eliminado, ya que se aducía que sólo Dios podía crear vida (pa mearse, vamos) y durante varios números el piso apareció vacío y en venta, otorgándole mayor protagonismo al personaje de la portera al intentar venderlo, siendo el estado en que quedó el piso el motivo cómico en su intento de venta. Posteriormente sería ocupado por un desastrado sastre con poca maña y mucha cara dura.

En el primer piso moran, a la izquierda un veterinario, no muy competente, un verdadero peligro para los pobres animalitos que le traían para que los curase. Y a la derecha, la mezquina y tacaña dueña de una pensión continuamente superpoblada.

En la planta baja hallamos la tienda de ultramarinos de Don Senén, un desconfiado tendero que siempre encuentra modos de engañar a las clientas con el peso de las patatas y la fruta (aunque a veces le sale el tiro por la culata) y, al lado, a la cotilla portera de la comunidad de vecinos. Pero no termina ahí la cosa, porque frente a la portería habita Don Hurón, nada más y nada menos que en una alcantarilla, que posiblemente le fuera alquilada por la dueña de la pensión, a juzgar por lo que asegura en la primera entrega de la serie. A menudo aparece comentando y desahogando sus problemas con la portera.

El ascensor del edificio, a pesar de ser un mueble inerte por inútil, es también un personaje por derecho propio pues, de igual modo, sufre las más variadas peripecias y fenómenos. Tan pronto no funciona bien, como es robado, como está en reparación y es sustituido por los más variados métodos alternativos, como un cañón o un fuelle gigante. O es reemplazado por nuevas versiones, encargadas a los más variopintos y estrafalarios constructores, ajenos a este servicio, como un fabricante de juegos de ajedrez o un vidriero.

También hay que poner atención a la araña que está en un rincón de la escalera, que cada vez se disfraza de una manera diferente.

Asimismo, a veces aparecía por el edificio otro de los personajes de Ibáñez, el miope Rompetechos, que con sus confusiones de corto de vista provocaba situaciones de confusión hilarantes.

13, Rue del Percebe es en apariencia una serie de chistes casi siempre aislados e independientes, con personajes fijos, encasillados en su papel inmutable y sólo unidos por el edificio donde habitan. Ello permite al lector leer la página en el orden que desee, claramente no lineal. Pero afirmar esto sería frecuentemente simplificar las cosas. A menudo, un hecho afecta a más de una viñeta-vecino o a la página entera de modo que en ocasiones la secuencialidad de lectura es dirigida, aumentando así el efecto cómico y de inmersión a causa de las sinergias creadas en los personajes que, de puro arquetípicos, uno acaba conociendo y aceptando, del mismo modo que muchos conocemos a los vecinos de nuestro bloque de pisos: por escenas furtivas pero similares que, día a día, nos hacen ir formando una imagen más o menos precisa de ellos.

La facilidad de lectura de este tebeo, la interminable repetición de los mismos problemas con diferentes detalles, la familiaridad que se crea con los personajes a lo largo de la lectura dispersa de cada página a pesar de que, objetivamente, la mayoría de los chistes son muy simples, así como una ausencia de lectura lineal que hacen de este tebeo un caso único y especialmente atractivo a un nivel inconsciente que pocas otras historietas pue
den igualar.

jueves, 1 de noviembre de 2012

EL GALLO PELEÓN


Como los que sois más mayorcitos y mayorcitas sabéis, en aquellos tiempos de finales de los años cincuenta del siglo pasado, si se compraba un pollo no te lo daban ya muerto, pelado y preparado para cocinar. No digo yo que no los hubiera, pero era bastante más barato comprarlo vivo y cacareando y, después, espabílate tú en casa. Así que cuando entraba pollo, conejo, o cualquier otro bicho comestible al que había que sacrificar, salvo que estuviese mi padre, que era raro verle por casa por su trabajo, me tocaba a mí enfrentarme a la "fiera" y tratar de acabar con ella.

Un año, próximos a las fechas navideñas, le regalaron a mi madre por unos trabajos de costura que realizó, un pollo. Mejor dicho, un inmenso gallo de corral con unos espolones que para sí quisiera de espuelas el mismísimo John Wayne cuando se calzaba las botas de montar. Lo soltaron en el patio donde campaba a sus anchas alimentándose de todo cuanto se le echaba. El bicho era impresionante, de una envergadura que a mí se me antojaba que más que gallo era avestruz. Tenía una cresta roja, ladeada hacia un lado de forma chulesca, que movía con gesto de “aquí estoy yo, y si tienes huevos acércate” que daba auténtico miedo. Te miraba desafiante, con el pico entreabierto, emitiendo un ruidito gutural que era pura provocación. Y la cola, enorme, un auténtico arco iris de plumas que lucía pavoneándose con el descaro de quien se sabe fuerte y poderoso. Las patas eran como dos estacas, rematadas por dedos fuertes de sobresalientes uñas. Y de los espolones, ya lo dije antes, dos auténticos chuzos de sereno lo que tenía este animalito en los zancajos.

Y llegó el día de Nochebuena. Y había que matar al gallo. Mi madre, la pobre, imposible. Mi tía-abuela Isabel, demasiado vieja como para pillarlo siquiera. Mi hermano, con dos años menos que yo, se cagaba de miedo con sólo verlo. Así que todas las miradas se depositaron en mi persona. De acuerdo, ya había matado alguna que otra gallina, y hasta algún conejo… pero es que aquello no era un inocente pollo de cría industrial, aquello era un asesino en potencia, un púgil perfectamente entrenado y preparado para llevarse por delante al más pintado.

Pero a mí, cobarde, no me lo ha llamado nadie jamás en mi vida, así que, como el torero en la plaza ante la presencia del morlaco que le ha tocado en suerte, me armé de valor y preparé los pertrechos necesarios para acometer la faena. Saqué el cuchillo de matarife que se guardaba para estas ocasiones, comprobé el filo de la hoja que me pareció necesitaba de un repaso con la piedra de afilar, como así hice, puse a calentar agua, preparé el balde donde iba a echarla para escaldar al bicho una vez muerto y poder arrancarle las plumas con mayor facilidad, dispuse de la banqueta donde me sentaría y la palangana para verter la sangre y… me dispuse a enfrentarme a la fiera, que no sé por qué me parecía que barruntaba mis intenciones y me miraba aviesamente, dando paseos en círculos, como esperándome. Cerré bien las puertas del corral, tanto la trasera como la principal que daba a la casa, asegurándome que el animal no tuviese ninguna escapatoria y, arremangándome, empuñé el cuchillo dispuesto a enfrentarme al bicho. 

En principio, la operación de degüello parecía fácil. Ya lo había hecho otras veces: Se trataba de coger al animal de manera que no pudiera aletear mucho, doblegarlo en el suelo con las patas para abajo mientras me sentaba en una banqueta, abrir sus alas, pisarlas con ambos pies para sujetarlas, cogerlo del pescuezo, quitarle a la altura media del mismo la porción de plumas que lo cubre para dejarlo al descubierto y… asestar el tajo mortal con el cuchillo al tiempo que con la mano se le rompe el cuello para acabar cuanto antes con su vida. 


Así de simple y sencillo. O eso parecía…
 

Pensé que con el cuchillo en la mano poco agarre podría hacer con un animal tan grande, así que lo solté junto a la banqueta y la palangana y me fui a por el gallo para que, una vez abrazado, volver con él y proceder al sacrificio. El animal cuando me vio acercarme hizo un amago como de querer huir, pero el instinto de gallito fiero le pudo y me presentó cara. Igual también vio en mi tan poca cosa que pensó: “a este media-torta, como se acerque, le arreo un par de espolonazos y me lo saco de encima en un santiamén”. 
Cuando vi que me plantaba cara se me erizaron los pelos del cogote y me invadió una sensación de acojonamiento que no presagiaba nada bueno; puede, incluso, que tragara saliva y una cierta duda se apoderó de mi mente: “¿podría dominarlo?” 

Despejé los temores y avancé decidido hacía él con los brazos abiertos en el intento de echarle el guante, pero el volandero del gallo al verse acosado revoloteó hasta la altura de mi cara tirándome los espolones, en un claro aviso de que allí iba ha haber guerra. No me amilané, volví a embestir para poder abrazarlo y anular su vuelo, pero el muy ladino me esquivó, al mismo tiempo que un aleteo convulsivo fustigó mi cara y brazos. 
El cabrón se mantenía a cierta distancia y se paseaba parsimoniosamente de un lado a otro con las alas huecas, emitiendo un amago de cacareo como diciendo: “acércate, valiente, que te voy a dar la del pulpo”. Me daba cuenta que intentar abalanzarme sobre él era perder el tiempo. Con terreno por detrás, el jodío esquivaba todas mis embestidas y encima salía yo salía mal parado porque no me libraba de algunos dolorosos aletazos y arañazos de sus patas. Y menos mal, que a pesar de que lo intentaba, los espolones, de momento, no llegaron a alcanzarme.

Así que lo fui acorralando poco a poco contra una esquina, donde por un lado había una gran tinaja que recogía agua de lluvia, y por otro la pica de lavar la ropa. Cuando me pareció que estaba lo suficientemente encerrado como para no poder maniobrar con soltura me abalancé de nuevo sobre él. La táctica, en principio, dio resultado y a pesar de que abrió las alas para emprender el vuelo no pudo hacerlo con soltura por las limitaciones del espacio y pude abrazarlo aunque con mucha dificultad. Un ala se había liberado y a causa del compulsivo aleteo la paliza que me estaba dando más la inestabilidad que ello me provocaba hacía peligrar el agarre. Por otro lado, el bicho espoleaba y más de una vez consiguió aguijonearme las caderas, produciéndome gran dolor. Total, que no pudiendo resistirlo más tuve que soltarlo.


Empezaba a entrar en un cierto punto de desesperación frustrante. Por otro lado, veía la sonriente cara de mi hermano al otro lado del cristal de la puerta y eso aun me mortificaba más. Tenía la expresión de “¡no querías hacerte el chulito, pues toma castañas!” 

Quedaba claro que a brazo partido no podría con aquel bicho. En ese sentido me ganaba en fuerza y agilidad, así que en mi ya creciente ofuscación opté por la poca ortodoxa forma de doblegarlo a base de escobazos. Falsa ilusión. Lo único que conseguí fue arrancarle algunas plumas y romper la escoba de caña y palma que se usaban entonces para barrer.
 Mi cabreo era proporcional a la vergüenza y el apuro que estaba ya pasando por culpa de aquel “cóndor de los andes” que no se dejaba matar ni por asomo. Y acordándome de las películas de Tarzán decidí hacerlo al estilo del rey de la selva: a cuchillazo limpio. Cogí el cuchillo, lo empuñe con la hoja hacia abajo para que la contundencia de la puñalada fuera más efectiva y volví a acosar a la fiera como si nos encontráramos en la arena del circo romano. Para entonces, yo ya presentaba las señales de la pelea. La ropa rota y sucia, rasguños y magulladuras por todos lados, un buen puñado de plumas flotando por el aire, y algunas de ellas aparcadas en mis ropas y el pelo.

Decidido, me fui de nuevo para el animal, con la pretensión de acabar con él de un navajazo. Pero ni por esas. Yo ya derrotaba cuchilladas de un lado a otro esperando que la suerte hiciese que en una de ellas me encontrara con el cuerpo del maldito gallo, pero lo único que conseguía era una algarabía de carreras, vuelos alocados, imprecaciones por mi parte, cacareos locos por parte del gallo, y el descojono de mi hermano que se lo estaba pasando en grande detrás de la puerta.
 Llegué a tirarle hasta la banqueta, la palangana y cualquier cosa de cierta contundencia que me encontraba. Hasta el cuchillo, cogiéndolo por la hoja, al estilo de cómo había visto en las películas. Pero el maldito gallo no doblegaba, no había manera de acabar con él. Finalmente, logré agarrar al gallo por una pata mientras este revoloteaba casi arrastrándome por todo el corral. En ese trance apareció mi madre que había salido antes de que me dedicara a intentar matar a quien, en realidad, me estaba dando una soberbia paliza. Había llegado acompañada por un tío mío, casado con una hermana de mi padre, que conducía el camión que proveía de harina a la panificadora del pueblo. Mi pobre madre se echó las manos a la cabeza cuando vio el desaguisado, y mi tío Juan fue el que se encargó de sacrificar al jodido gallo, no sin antes costarle sus buenos esfuerzos. Tuvo que ser curado de un espolonazo en el antebrazo, que llegó a sangrar. 

Y como siempre sucedía, cada vez que me metía en algún berenjenal, mi pelea de gladiador con el dichoso gallo fue parte de la comidilla familiar aquellas navidades. Hubo un gracioso que opinó que por poco, en vez de comernos al gallo, me hubiesen comido a mí, con el gallo sentado a la mesa. Se descojonaron de risa, pero a mí no me hizo ninguna gracia el chiste.